Apeadero Chávarri
Era apeadero propio, para la descarga de las botellas vacías y la carga de las llenas.
A finales de siglo XIX, la “Sociedad Belga de Caminos de Hierro de España” se hizo con la propiedad de la “Compañía del Ferrocarril del Tajuña”, inaugurándose en 1901 el primer tramo entre la estación madrileña del Niño Jesús y Morata de Tajuña. En 1902 se llegó a Chinchón, un año después a Colmenar de Oreja y en 1910 se abrió un ramal que llegaba hasta Orusco, pasando por Tielmes y Carabaña, donde Chávarri había solicitado en 1908 permiso para construir un apeadero propio, que sirviese a su industria.
Ya antes de la Primera Guerra Mundial, se vendían cada año en Francia más de cincuenta millones de botellas de aguas minerales purgantes procedentes de España, pero el tren contribuyó sin duda a una mejor comercialización de las Aguas de Carabaña, siendo sus años de mayor auge empresarial los que van de 1928 (en que las aguas fueron declaradas de utilidad pública) a 1936. En estos años comenzó la exportación a países europeos como Francia o Italia y a antiguas colonias españolas como Filipinas, Puerto Rico y Cuba.
No obstante, el tren de Arganda, del que se decía que “pita más que anda”, dejó de circular por estos pueblos en 1953, incapaz de superar la fuerte competencia del transportes por carretera. Al desmantelar las vías, su plataforma ha quedado como un gran pasillo verde que, junto a las aguas del Tajuña, recorre el valle de arriba a abajo, por lo que en la actualidad está acondicionado como un tranquilo y llano carril de bicicletas.
El 5 de junio de 1910, Chávarri fue nombrado hijo adoptivo de la villa "por haber contribuido a su progreso moral e intelectual", renombrándose como Chávarri la histórica calle de la Concepción, tan solo un año antes de su muerte, que fue conmemorada por sus empleados con un busto de bronce que encargaron al escultor J. Pola y colocaron en el apeadero, hoy parte del rico patrimonio ferroviario regional.